martes, 3 de julio de 2007

666
El sello de la bestia salvaje

En este artículo analizaremos cuatro argumentos fundamentales
—o pistas clave— que esclarecerán el significado de la marca de la bestia.

Veremos:

1) cómo se escogen a veces los nombres bíblicos;

2) la identidad de la bestia salvaje;

3) qué significa que el 666 sea un “número de hombre”,

y 4) el significado del 6 y la razón por la que se repite tres veces, en las unidades, decenas y centenas, lo que da la cifra 666 (Revelación 13:18).

Los nombres bíblicos son más que nombres

Los nombres bíblicos suelen tener un significado especial, principalmente los dados por Dios. Tomemos por ejemplo a Abrán. Como había de ser padre de naciones, Dios cambió el nombre del patriarca al de Abrahán, que significa “Padre de una Multitud” (Génesis 17:5, nota). También, mandó a José y María que le pusieran Jesús (“Jehová Es Salvación”) al niño que iba a nacer (Mateo 1:21, nota; Lucas 1:31). De acuerdo con el significado especial de este nombre, Jehová hizo posible nuestra salvación mediante el ministerio y el sacrificio redentor de Jesús (Juan 3:16).

Por lo tanto, la designación 666 dada por Dios ha de simbolizar lo que él considera atributos distintivos de la bestia. Naturalmente, para entender sus características, debemos identificarla y conocer su actuación.

Se desenmascara a la bestia

El libro bíblico de Daniel contribuye mucho a descifrar el significado de las bestias simbólicas. El capítulo 7 contiene una gráfica descripción de “cuatro enormes bestias”: un león, un oso, un leopardo y un monstruo espantoso con grandes dientes de hierro (Daniel 7:2-7). Daniel nos dice que representan “reyes”, o gobiernos políticos, que se suceden unos a otros en la dominación de grandes imperios (Daniel 7:17, 23).

Tocante a la bestia de Revelación 13:1, 2, The Interpreter’s Dictionary of the Bible señala que “reúne en sí misma las características de las cuatro bestias de la visión de Daniel [...]. Por consiguiente, esta primera bestia [de Apocalipsis] representa las fuerzas aliadas de todo régimen político en oposición a Dios”. Confirma esta observación Revelación 13:7, que dice de la bestia: “Se le dio autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación”.

¿Por qué emplea la Biblia bestias para simbolizar a los gobiernos humanos? Al menos, por dos razones. La primera es el horroroso historial de derramamiento de sangre que se han labrado a lo largo de los siglos. “La guerra es una de las constantes de la historia —escribieron los historiadores Will y Ariel Durant— y no ha disminuido con la civilización o la democracia.” Y qué gran verdad es que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9). La segunda razón es que “el dragón [Satanás] dio a la bestia su poder y su trono y gran autoridad” (Revelación 12:9; 13:2). Por lo tanto, la gobernación humana es obra del Diablo y manifiesta su salvaje y feroz naturaleza (Juan 8:44; Efesios 6:12).

Lo antedicho no implica que todo gobernante humano sea un instrumento directo de Satanás, pues en cierto modo, los gobiernos son “ministro[s] de Dios”, que aportan estabilidad a la sociedad humana, y sin los cuales reinaría el caos. En ocasiones han protegido los derechos humanos fundamentales, entre los que figura el de participar en la adoración verdadera, algo que Satanás odia (Romanos 13:3, 4; Esdras 7:11-27; Hechos 13:7). Con todo, debido a la influencia diabólica, ninguna institución ni ser humano ha sido capaz de obtener paz y seguridad duradera (Juan 12:31).

“Una cifra humana”

La tercera pista para desentrañar el significado del 666 la constituye el hecho de que sea un “número de hombre”, o “una cifra humana”, como traduce la Nueva Biblia Española. Con esta expresión no se alude a una persona, pues quien tiene autoridad sobre la bestia es el Diablo, y no ningún hombre (Lucas 4:5, 6; 1 Juan 5:19; Revelación 13:2, 18). El que la bestia ostente “una cifra [o marca] humana” indica que se trata de una entidad terrestre, no de un espíritu o demonio, y, por tanto, manifiesta características humanas. ¿Cuáles son? La Biblia responde diciendo: “todos [los hombres] han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos 3:23). El que la bestia tenga “una cifra humana” indica, pues, que los gobiernos reflejan la condición caída de la humanidad, la marca del pecado y de la imperfección.

La historia lo corrobora. “Todas las civilizaciones que han existido han terminado por derrumbarse —dijo el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger—. La historia es una recopilación de intentos que fracasaron, de aspiraciones que no se realizaron. [...] De modo que el historiador ha de aceptar la inevitabilidad de la tragedia.” Esta franca valoración de Kissinger es prueba fehaciente de la siguiente verdad bíblica fundamental: “Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).

Una vez identificada la bestia y conociendo el punto de vista de Dios sobre ella, ya podemos analizar el último aspecto de nuestro enigma: el número 6 y la razón por la que se repite tres veces, en las unidades, decenas y centenas.

¿Por qué se repite tres veces?

En las Escrituras hay números que tienen un significado simbólico. El 7, por ejemplo, simboliza lo que es completo, o perfecto, a los ojos de Dios. Una muestra de ello es la semana creativa de Dios compuesta de siete ‘días’, o largos períodos de tiempo, en los que creó todo lo que se había propuesto tocante a la Tierra (Génesis 1:3–2:3). Los “dichos” de Jehová son como plata “clarificada siete veces”, o sea, perfectamente refinada (Salmo 12:6; Proverbios 30:5, 6). A Naamán, que contrajo lepra, se le mandó que se bañara siete veces en el río Jordán, y, como consecuencia, sanó por completo (2 Reyes 5:10, 14).

Seis no llega a siete, por lo que sin lugar a dudas es un símbolo apropiado de algo imperfecto o defectuoso a los ojos de Dios (1 Crónicas 20:6, 7). Es más, su repetición en las unidades, decenas y centenas subraya con énfasis tal imperfección. Apoya este razonamiento el hecho de que el 666 sea “una cifra humana”, como hemos visto. Por consiguiente, el historial de la bestia, su “cifra humana” y la configuración del número 666 llevan a una clara conclusión: grave deficiencia y fracaso total ante los ojos de Jehová.

La descripción de los defectos de la bestia nos hace recordar lo que se dijo del rey Belsasar de la antigua Babilonia. Mediante Daniel, Jehová informó al monarca: “Has sido pesado en la balanza y has sido hallado deficiente”. Aquella misma noche, Belsasar fue muerto y el poderoso Imperio babilonio cayó (Daniel 5:27, 30). De igual modo, la sentencia divina contra la bestia política y aquellos que llevan su marca presagia el fin de esta entidad y de sus apoyadores. Sin embargo, Dios no solo erradicará un sistema político, sino todo vestigio de la gobernación humana (Daniel 2:44; Revelación 19:19, 20). Por ello, es de suma importancia que no tengamos la mortal marca de la bestia.

Se identifica la marca

Inmediatamente después de revelar el número 666, el libro de Revelación menciona a 144.000 seguidores del Cordero, Jesucristo, que tienen el nombre de él y el de su Padre, Jehová, escritos en la frente, lo cual indica que pertenecen a Jehová y a su Hijo, de quienes dan testimonio con orgullo. Así mismo, quienes tienen la marca de la bestia declaran su sumisión a la bestia, puesto que la marca, ya sea en la mano derecha o en la frente, es en sentido figurado un símbolo que indica que su portador rinde pleitesía a los feroces sistemas políticos del mundo. Quienes ostentan la marca dan a “César” lo que en justicia pertenece a Dios (Lucas 20:25; Revelación 13:4, 8; 14:1). ¿De qué manera? Tributando una honra reverencial al Estado, sus símbolos y su poder militar, a los cuales recurren en busca de esperanza y salvación. Todo culto que rinden al Dios verdadero son meras palabras.

En contraste, la Biblia nos exhorta: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos” (Salmo 146:3, 4). Los que obedecen este sabio consejo no quedan desilusionados cuando los gobiernos no cumplen sus promesas o cuando políticos carismáticos caen en desgracia (Proverbios 1:33).

Lo dicho no significa que los auténticos cristianos adopten una actitud pasiva ante la crisis de la humanidad. Al contrario, proclaman con celo el único gobierno que resolverá los problemas de la sociedad: el Reino de Dios, al cual representan (Mateo 24:14).

Fuente: Revista La Atalaya del 1 de abril de 2007, editada por los testigos de Jehová

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