viernes, 25 de julio de 2008

OPINIÓN

Socialismo Latinoamericano

Jorge Gómez Barata


Más de doscientos años después de haberlo hecho en Europa, el socialismo se ha instalado en la realidad latinoamericana. Lo nuevo es que ahora no se trata de una ideología exótica ni de un gobierno mejor que los demás, sino una tendencia histórica irreversible.

En términos estrictamente científicos el desarrollo social precede al pensamiento político y no a la inversa. Cada doctrina es hija de circunstancias históricas y no fruto de la especulación. El socialismo no es una invención sino un hallazgo, derivado de la constatación del carácter social de la producción, la cultura y el conocimiento, así como de las tendencias gregarias innatas en los humanos.

A pesar de los esfuerzos por probar lo contrario, el individualismo es una rémora, un atavismo surgido cuando, en la infancia de la humanidad, cuando cada persona debía bastarse así misma para sobrevivir con herramientas concebidas, fabricadas y creadas por cada cual. No se necesita más de un hombre para lanzar una piedra ni fabricas para elaborar hachas de sílex o dar filos a las conchas.

Los hechos están a la vista. Las naciones y los estados de la región socialmente más evolucionada del mundo, fueron primero tribus germanas, celtas, francas, normandas, ibéricas y otras decenas de denominaciones, para ser luego alemanes, británicos, franceses, españoles y ahora, cada vez más, simplemente europeos. Tal vez llegue el día, en todo caso lejano, en que sólo seamos humanos.

En términos gnoseológicos, el socialismo es un estadio superior en el cual el pensamiento es capaz de asociar la organización social y el sistema político al rasgo más esencial de la condición humana, un momento de toma de conciencia acerca de una tendencia predominante en la evolución de la convivencia humana. Ese fenómeno cultural hizo posible que en los siglos XVIII y XIX los más avanzados sabios europeos crearan la doctrina política socialista que, con muchas dificultades, dio lugar a partidos e incluso gobiernos de esa orientación.

No ocurrió así en América Latina donde, sobre las ruinas de los procesos endógenos abortados por la conquista y la colonización, se impuso un capitalismo primitivo, tardío y anómalo, regido por la dictadura de la oligarquía criolla asociada al imperialismo, refractario no sólo del socialismo, sino también al nacionalismo, al liberalismo y a la democracia.

No obstante, ninguno de los estereotipos ideológicos instalados para combatir al socialismo en tanto que corriente política, han logrado suprimir desviar el curso del desarrollo histórico que favorece la socialización, expresada, no sólo en la maduración del movimiento popular, sino incluso en desenvolvimiento del propio capitalismo, sustentado en corporaciones cada vez mayores y más impersonales lo que parece ser una de las tantas maneras de manifestarse ese fenómeno.

Aunque todavía no ejerzan una influencia decisiva sobre los procesos concretos, las apuestas por la integración económica y política y la formación de entidades supranacionales, apuntan definidamente a la socialización de procesos vitales. Incluso en su sentido más cabal, la globalización, compañera inevitable del progreso, en la medida en que se libere de las taras neoliberales que la deforman, será una concluyente expresión de socialización.

Tal vez por su carácter tardío, el socialismo latinoamericano, abrazado por las vanguardias políticas del momento, comprende que la integración es un requisito imprescindible. No se trata de un culto a la espontaneidad, sino de una comprensión de las tendencias del desarrollo que no obliga al descarte de la individualidad y mucho menos de los individuos, como tampoco significa un elogio abstracto a la colectivización, erróneamente asumido como sucedáneo de la socialización. La dialéctica de tales procesos es más compleja que los dogmas del pasado.

Naturalmente, que la socialización vinculada al progreso material y cultural se refiere exclusivamente a las cuestiones esenciales y alude a contornos generales. En la realidad, como ha sido dicho, el socialismo será siempre un fenómeno concreto que en cada lugar y momento asumirá formas específicas y será como otras tantas cosas, nacional por su forma e internacional por su contenido.

Lo importante es saber que quienes se apresuraron a despedir el duelo al socialismo, erraron.

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