jueves, 19 de abril de 2007

EN LA MIRA

Con el paso del tiempo

LA DESIDERATA

“Acepta con cariño el consejo de los años,
renunciando con elegancia a las cosas de juventud.
Nutre la fuerza de tu espíritu para que te proteja en la inesperada desgracia,
pero no te angusties con fantasías.
Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad”.

Por Genris García

Con el paso del tiempo, llegan los achaques y las restricciones.
Para Gardel 20 años no eran nada, pero no tenía 60 cuando lo dijo, ni había sufrido los cambios que experimentan los seres humanos con el paso de los años.
Con los años desaparece el vientre plano y aparece la pancita, que algunos bautizan como “cervecera”..
Escasean el sueño y los amores.
D i e t a son cinco sílabas que se aprenden a escribir después de los 40.
El picante se sustituye por la comida poco condimentada.
El sancocho se cambia por la sopa “boba”.
Con cerrar un ojo hacíamos “blanco” a 50 metros, ahora necesitamos esa misma distancia para dar en la diana con los dos ojos abiertos. Las escaleras la subíamos saltando dos y tres escalones, ahora es uno a uno y sostenido de la baranda.
Nuevas palabras se incorporan al vocabulario, como reumatismo, próstata, hipertensión, diabetes, ejercicios, gimnasio, lipo, mesoterapia, jamón de pavo, ungüentos, cebo de flande, caja de dientes, viagra…
De la higuera al plato llano.
Lo que antes se hacía desde la puerta del baño, ahora se tiene que hacer desde la bacineta, y no siempre con la misma puntería.
A los 20 años tenemos un cañón de fusil fal, y cuando se triplica esa edad el calibre se va reduciendo hasta convertirse en un “revolvito de balita U”.
En la adolescencia faltan dedos en las manos para contar las aventuras de amor en una noche, pero llega el tiempo en que juntamos las dos manos, pero para rezar en busca de una aventura de amor.
Tomamos ron a “pico e botella”, que se va acomodando con soda, hielo y tragos lentos.
Cambiamos la cerveza común por la light de moda en estos tiempos. Esta fórmula se aplica a otros alimentos, bajos en caloría y grasa.
El tabaco, que era un lujo de juventud, se convierte en amenaza para la salud con los años.
Pasamos de la rama al tronco; del piropo al susurro; del joven elegante al “viejo verde”; del esbelto al “doblao”; del salto al paso; del trotar a caminar… y como Jack Veneno, de los saltos mortales a la vuelta y maroma.
El pan relleno de queso, mortadela, jamón, mantequilla o (margarina Amapola), mayonesa y hasta un par de tajadas de aguacate con tres ruedas de tomate, es sustituido por el pan integral, con leche descremada o jugo bajo en azúcar.
Los dulces que alegraban la vida, se convierten en amargura con el tiempo.
El pelo negro se vuelve blanco y la melena, calvicie.
Cambian los gustos de la música y baja el volumen.
Discoteca y boite (boat) son palabras del pasado, que suplanta el piano bar; las giras por los resort...
Las frituras, con todos sus componentes, entre ellos el chicharrón, se convierten en una actividad meticulosa y selectiva.
La dentadura que antes permitía “pelar un coco”, apenas permite masticar la masa.
Saltar una pared era un lujo de juventud, con el tiempo, a la misma pared le damos la vuelta.
Se acorta la vista y se alarga...
La luz de la vela que permitía leer es cambiada por la lámpara florescente, sin olvidar los lentes de aumento.
Las sumas aritméticas que no tenían importancia, se transforman en cálculos y presupuestos.
Acudir a misa era cuestión de ir a ver las chicas que sólo les permitían acudir al templo, pero esa práctica cambia por asistente del cura y las congregaciones religiosas, grupos de oración, Rosacruces, Logia, etc.
Rezar el rosario era lo más tedioso de la vida, luego se convierte en una “terapia ocupacional”. El mismo rosario a los 20 es un lujo colgado del cuello, luego, es un sostén para “la salvación del alma”.
Esperar el “cañonazo” en el Malecón era un esplendor, luego lo esperamos en el balcón, reunidos en familia, y muchas veces acostados.
Las caricias en parques y plazas públicas son sustituidas por las cabañas, moteles y los asientos tirados hacia atrás de los autos.
A los 20 sobra tiempo para todo, después, no hay tiempo para muchas cosas y se suele recurrir a la siguiente frase: “no tengo tiempo”, ni espacio. Por cierto, NO tengo tiempo ni espacio para seguir escribiendo y por tanto, las situaciones de las mujeres después de los tá, las tendré que contar en otra Mira.

Aunque debo dejarlos con esta expresión que es muy socorrida después de cierta edad, “tenemos que juntarnos”.

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